Las frecuentes denuncias sobre altos funcionarios que carecen de conocimiento o experiencia en las materias que han de liderar y su constante rotación, ha cobrado una alta notoriedad en el debate público. Ello, va de la mano con la salida de expertos en las áreas técnicas de distintas entidades públicas, entendiéndolos como aquellos que buscan sustentar sus planteamientos en indicadores, normas o análisis especializado, sin responder su ingreso al Estado a criterios partidarios o políticos, la llamada “tecnocracia” (que dista de la tradicional imagen del burócrata que carece de vocación de servicio y de incentivos para mejorar su trabajo).

La tecnocracia, normalmente desempañaba un rol de apoyo técnico para la alta dirección, sobre todo en las materias que requieren un alto expertise, permitiendo que las instituciones públicas y el país, sigan caminando ante los vaivenes políticos.

¿Cuál es la importancia de los altos funcionarios y de la tecnocracia? Que ejercen función pública, la cual podemos entender como “toda actividad temporal o permanente, remunerada u honoraria, realizada por personas en nombre o al servicio de las entidades de la Administración Pública, en cualquiera de sus niveles jerárquicos”, conforme al Código de Ética de la Función Pública.

La Administración Pública cuenta con amplias labores que impactan directamente en la vida de los ciudadanos. 

Por ejemplo, son tareas de la Administración Pública: el diseño y la implementación de las políticas públicas, el manejo de los sistemas funcionales y administrativos del Estado (presupuesto, abastecimiento, inversión pública, entre otros), la prestación de servicios a la ciudadanía.

Por ello, contar con buenos profesionales que ejerzan funciones públicas en los distintos niveles jerárquicos es necesario para el desarrollo del país y para garantizar el adecuado ejercicio de las labores del Estado en beneficio de la población.

* La presente columna fue publicada previamente a través de la Escuela de Gestión Pública de la Universidad del Pacífico.